Se introducen
las manos en tus senos
quizás con ligereza,
más si con orden y prestancia.
Si bien
es cuidado y elegancia
estrujas y recoges
la exuberante sustancia.
Separas primero
lo más fino
con delicada atención
y vas frotando;
redondos, alargados,
orondos, corpulentos
y prístinos.
Y llegando al final
los más punzantes,
como espadas, escudos y trinchantes.
Adornados de signos
y con rabo
para así manejar mejor su arte.
Qué descanso,
por fin se ha terminado
la montaña de cacharros
bien pringados.
Y las manos repasan
bien tus senos
hasta dejarlos así
dispuestos y elegantes.
Y así día tras día
y no se acaban,
los residuos de placeres
de las mesas,
y se llena y se llena
de esperpentos,
platos sucios, cazerolas,
vasos y cubiertos.
Te nombraré a ti
insigne dama,
reina y señora
de la triunfal cocina.
Y a tus plantas
me inclino, igual señera,
siendo así mi aliada
como sufrida y fuerte
valiente y resignada
la inmóvil fregadera.
ODA
A
LA
FREGADERA.
domingo, 3 de febrero de 2002
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