En silencio,
en callada paciencia y soledades,
rodeada de amores y de historia,
de soles y sequedades.
Alegrías las hubieron,
en trajines de la vida cotidiana,
de los hijos paridos,
criados y crecidos,
en la tierra que cuidaban.
Ellos pasaron
y dejaron muy profundas
las raíces, que crecieron
a fuerza de sudor
de sangre y lágrimas.
Mas se ciernen nubarrones
y la tierra ya sin jugo se desangra;
y las piedras centenarias se resisten.
Y a pesar de la angustia
que no cesa,
se halla siempre
un resquicio de esperanza.
Y la tierra tiene ganas
de romper las ataduras
que la oprimen,
qué revienten en frescura
dando verdes luminosos
y preñez en abundancia,
qué la vida de estos lares
no sucumba,
que de ellos fue heredada.
De los padres que pasaron,
y pasaron al abrigo
de estas piedras centenarias,
que hoy gozamos,
trabajamos y queremos...
y sufrimos.
Y anhelamos alegrías,
que las hubo,
en trajines de la vida cotidiana.
domingo, 10 de diciembre de 2000
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