martes, 20 de abril de 2004

Amalia

Sentiremos aquí todos tu ausencia
y más se alegra el cielo de tenerte,
por nada dejaremos de quererte
aunque ya no tengamos tu presencia.

Nuestro tiempo fue trabajo y cariño
y tú siempre disponible y afanada,
compañera responsable y admirada
por tu mano hábil con la aguja y el hilo.

Después sufriste y Dios quiso premiarte,
llevándote con Él en su partida
en su abrazo de amor y de confianza.

Y dormida en su seno para amarte
te elevó con su luz hacia la vida,
la vida de la paz y la esperanza.

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